2011-01-16

Que Nadie Te Oiga Aullar

Distingue mi tono de voz firme, autoritario y suave. Me distingue a lo lejos usando la trufa como buen pastor. Receloso de su pelota y de su territorio. A veces juego a invadir su territorio. No me va a morder. Ni tan sólo levantará el labio superior. Ni un gruñido, ningún sonido por el que preocuparse, nada de ruidos roncos y graves.

Estado de sumisión. Orejas atrás, cola baja con leve movimiento oscilante. Derecha, izquierda, derecha, izquierda. Mirada baja, cabeza baja. Rastrea algo.

Tan sólo un monosílabo acompañado de un suave gesto corporal le invita a sentarse a mi lado. Yo lo invito y acude a mi obediente. Se sienta, levanta las orejas en 'modo alerta'. Está atento a su única obsesión: la pelota.

No se da cuenta, o quizá sí, de que sólo se la lanzaré con potencia si se sienta y se tranquiliza. Que en ese estado no va a conseguir nada. Y bendita mi paciencia. Nada...que jadée.

Ahora. Ahora la lanzo con potencia y corre como si fuera su presa. Es una simple pelota; pero le vuelve loco. A mi también. Me vuelve loco.

Me sacudo el pantalón lleno de barro con mi mano y sin querer me he llevado gran parte de él. Ups. Bueno, es igual. Repetimos el ejercicio de la pelota esta vez haciendo que se quede inmovil a la voz de 'quieto'. Eso sí, manteniendo la mirada y el gesto. La energía corporal hará el resto. Cuando vea que se desvanece el estado de nerviosismo e inquietud le lanzaré la orden de 'busca'. Corre, corre y corre. Nada hará desaparecer su obsesión.

Vuelvo a tener barro, esta vez en las zapatillas.

Se acercan nuevos miembros. Nos saludan y nos huelen. Protejo a mi cánido mostrando una fuerte territorialidad para él y para mi. Nos huelen y somos aceptados. Más tarde parece que un Golden quiere dominar a mi perro. Se huelen. Nada fuera de lo común. Empiezo a notar yo mismo la tensión...tras el olisqueo compulsivo del Golden comienzan los gruñidos graves y bajos que denotan agresividad y dominancia. Se muerden el hocico y se oyen lamentos y quejidos. Rapidamente actuo y muerdo con fuerza y precisión el bajo viente de mi compañero. Eso no se hace. Túmbate. Échate. Déjate oler. Aquí mando yo.

Nunca duran demasiado las luchas por ser el lider. No son grandes peleas pero para ello no debes dejar que tu compañero entre en ese estado demasiado tiempo o no lograrás apaciguarlo.

Volvemos a mezclarnos entre la jauría. No parece haber un lider claro e indiscutible sino que todos ellos, machos y hembras conviven en un estado de calma y paz. Sólo hay tres pelotas y hay que hacer por merecérselas.

Él me guarda y sabe que le protejo de todo ataque. Que estoy ahí y que no voy a dejar que nada malo le pase. Han pasado 3horas y media y seguimos en medio de la camada; pero debemos irnos. Él tiene que beber y descansar su pelaje y yo...yo tengo que meterme de patitas en la ducha. No necesito pronunciar su nombre para acabar la tarde e irnos a casa, simplemente le miro y le hago un gesto con el cuerpo marcando la dirección. Me sigue y siempre detrás, nunca delante. Al fin y al cabo sabe distinguir a su lider.

Sabemos la dirección. Camino a casa ambos corremos moviendo esta vez con más energía nuestras colas peludas. Derecha, izquierda; derecha, izquierda; derecha, izquierda.

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