Es Noviembre.
Ese caballero oscuro que siempre me infunde el mismo sentimiento de melancolía; pero es demasiado pronto. Y sí, sí. Me has obligado a volver a escribir. Tú, sí tú. El mismo sentimiento, diferente persona. Cada día puede ser un Ente entre las brumas de este Marrón enfermizo. Los ojos acallados, la boca entreabierta. Dejo que este Noviembre sangriento se apodere de mi poca paciencia.
No odio a Noviembre. No es eso. Pero tengo una relación complicada con él desde que lo conozco. Hace ya varios Noviembres de esto. Una fuerza superior, poderosa y celosa sería desde entonces engendrada desde las entrañas de este mes que ni pertenece al Invierno, ni pertenece al Otoño tal y como yo lo concibo. Que no pertenece a nada y por eso te planta un puñetazo en el pecho, como si tuviera todo el derecho del mundo. Así, entre vinos, humo ajeno y manillas de un reloj estresado, puedo apretar fuerte la madera de esa mesa donde las conversaciones trascendentales son absorbidas por las entrejuntillas barnizadas y los surcos de la madera mal tallada.
Me has obligado a escribir largo, tendido y surrealista. Así, como soy yo. Me has arrancado palabras sucias de dentro. Tú lo has querido. Palabras viejas que hacía tiempo que no leía en mi misma. Me has obligado al frío de la tarde, a estar en medio del flujo de aire que contamina mis pulmones. A pisar las baldosas de esta acera fuertemente para que te llegue la vibración de mi enfado monumental.
Hoy quiero dormir de pie. Quiero dormir sola.
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Ahotsak