2010-11-07

La chica de las burbujas.

Te vas a mojar. Eso pensé nada más verla en la puerta de mi trabajo.

Ella es La Chica de las Burbujas, no sabría cómo presentarosla. Es una chica de estética hippie que siempre me había llamado la atención, pues ella era una imagen radicalmente distinta a la filosofía de mi trabajo capitalista y consumista. Ella estaba ahí para amenizar mis mañanas cuando me sonreía sin pedir nada a cambio.

Lucha por tener un lugar más digno. No me gusta verla a través de los cristales, aunque ella siempre tenga una sonrisa. No me gusta porque se que podría estar en cualquier otra parte. Lejos de los demás mendigos. Ella no es mendigo; no mendiga. Sonrie. Lo tengo muy claro.

No recuerdo firmemente qué día llegó a la puerta, ni qué día exacto se cortó las rastas que formaban una graciosa cabellera enmarañada. También traía a su perro. Un mestizo de cualquier cosa con hocico. Una bolita peluda, pues lo conocí de más chiquitín.

Ella podría romper paredes. Quizá una pared le pudiera romper a ella. Pero la creo fuerte. Es el momento de colocar las cestas bajo la linea de cajas cuando puedo ver si está o no está.
Nunca compra cerveza. Nunca compra vino como los demás. Tiene una cara preciosa y siempre me he preguntado qué hacía allí.

El domingo pasado compré comida para su perro. Me ofrecí amablemente a comprarle algo a ella, sin titubeos me respondió que ya tenía algo que comer. Insití. No resultó. Intento mirarla sin compasión, que vea que no me da pena. Que sólo me identifico con ella.

Esto habría que explicarlo un poco más detalladamente. Ella sería mi Yo salvaje, natural. Mi Yo incontrolado por la sociedad. Ese Yo tan deseado por mi Yo Animal. Yo tengo un Yo Animal que a veces hace de las suyas aunque procuro acortarle la correa y tirar bien fuerte de él. Sería el 'Ello' en el campo de la psicología. Ella es Yo. Es Yo teniendo en cuenta mi Yo anhelado. Las rastas, la libertad, el no seguir la norma, ese sueño quinceañero paseado por los estrechos callejones del Barrio del Carmen. Ese Yo despreocupado y casi imposible. Un Ideal.

Bien, pues ella encarna ese ideal. Es mi Alter Ego y lo puedo ver en sus ojos cuando nos cruzamos a las 11 de la mañana. Esa sonrisa es sólo para mi y le pongo cara de circustancia. Yo estoy ahí porque es mi obligación y elección trabajar a tiempo parcial. Pero ella intuye, sabe...que lanzaría el uniforme al río y me sentaría a su lado tan sólo a reir. Yo soy su Ella responsable, uniformada.

Tenemos la faz bastante parecida. Clara. Juvenil y llena de ganas de vivir. Hoy hemos hablado por primera vez. Me ha preguntado nada más salir: ¿qué tal el trabajo?, ¿ya has acabado la jornada? . Se agradece muchísimo una pregunta así viniendo de alguien así. Hemos entablado una corta pero intensa conversación acerca de casas okupas, drogas, perros, padres, agua, luz, gas, uniformes, la República Checa y València. Podríamos haber hablado de otros temas, pero eso es casi siempre aleatorio. No había nada preparado. Me ha hablado y ...

Me ha confesado que hace poco probó la heroina. Ha cambiado mi cara radicalmente. La sonrisa se ha vuelto turbia, emborronada por esa triste y asquerosa noticia. Mierda.
Asquerosa y marrón. Marrón como esa puta sustancia. Le he dicho que le voy a partir la cara, aunque no le conozco. Que si no se la parten, se la partiré yo. No puede estropearse esa juventud tan viváz. Irradia luz, irradia esperanza y tiene un brillo distinto. ¿Por qué te haces eso? Quiere dejarlo. No quiere eso y veía pena en sus ojos. Ella se quiere. Espero que se quiera, porque no la conozco. No la conozco y quiero que se quiera.

Le he hecho saber mi máxima repulsión acerca de ese tema. Le he hecho un par de confesiones yo también. Entre ellas, que he dejado de fumar y que intento llevar una vida sana. Sólo quiero que si ella también siente eso, siente que somos una sola persona...no se meta mañana. Nunca más. Otra de mis confesiones es que llevé toda la cabeza a rastas, como ella antes de raparse. Me ha contestado que lo pensó nada más verme. Pensó que llevé rastas. Mi sonrisa era máxima.

Mi sonrisa será máxima cuando la vuelva a encontrar completamente limpia y radiante, así como ella es.

Cuidate estés donde estés, Chica de las Burbujas.

Te vas a mojar.

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