Hay poca gente en el mundo que entienda el caos; pero me consuela saber que la hay, sólo eso, saberme entendida por otros de mi especie que presumen de una moral digna. ¿No es acaso digna aquella que quiere evitar el sufrimiento pero que al final una fuerza desconocida la empuja a obrar inadecuadamente? Querer obrar bien y acabar bajo tierra. Tú primero, tu corazón después. Porque antes metes la cabeza y se te olvida ese pequeño órgano que tantos dis-gustos te trae.
He tenido todo el fin de semana por delante para organizar un poco las ideas y escribir algo decente acerca de ese sentimiento que más bien me produce angustia. Sin suerte, pues si tuviera que describirlo regida por los sentimientos que últimamente me secuestran la mente, haría una disertación de lo más Aleixandriana con eso de 'Amor igual a destrucción'. Igual no; la haría sin niguna duda. Y esque cada vez estoy más convencida de que eso del Amor es un invento barato para hacernos más llevadera la existencia, pero que de ningún modo sacia ese temor a la vida, al caos dentro del ¿orden?, al orden dentro del caos. Ni lo sacia ni lo saciará. Cuanto más cerca estás del Amor -amigo no te confundas- más cerca estás de tu propia destrucción.
No te han dicho que iba a doler cuando te otorgaron la capacidad de Amar. No te lo dijeron porque, de haberte advertido, ¿qué voluntad tendrías para con el Amor?. ¿Acaso hay algo más hiriente y desgarrador que ir sintiendo cómo el filo de la espada ahonda en una llaga que se abrió apenas nacer en tu órgano vital? Esto va de grietas sangrantes. Grietas que sangran en la boca de alguien que sostiene con fuerza tu víscera vital entre sus caninos. Grietas bifurcadas en la mandíbula de alguien con hambre y sed de Amor, grietas que deshacen los tejidos de tus entrañas en un eterno crujir de angustia.
Y es igual de inevitable. Mierda.
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Ahotsak