2011-10-02

Carne

Se dejó el cabello largo y así, descansaría sobre sus hombros. Se sentía más femenina y sabía cómo disfrutar de ello un domingo por la tarde cualquiera. Elevó las piernas y las cruzó en el aire y así, sin nada mejor que hacer, colocó sus blancas y finas manos sobre su sexo, tratando de visualizarla. No sabía nada de ella; pero podía invocar los momentos de lujuria a su completo antojo, desaciéndose de las ataduras y experimentando en carnes las imágenes de esa chica cuyas curvas eran reflejo del pecado más castigado. El albedrío de desear y ser deseado.

Ella sabía de pecados, claro que sabía de ellos... No le comentó a nadie la sensación de volverla a tener entre sus muslos. Ella era dueña de cada contracción, del sudor, del abrir y cerrar de ojos, del gemir sin alterar el órden público. Sus pechos se erizaron porque al recordarla sobre su cuerpo, notó el escalofrío de la ausencia. La quería a ella encima de su piel, ejerciendo presión con la entrepierna, jadeando en un espacio compartido. La estaba recordando y en ella se volvía a escribir el deseo solitario. Era algo informal, algo de jaleo y de calma. Algo tortuoso que la encendía en cólera.

Shh...

la estaba recordando.

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