Que no la culpo. Realmente no soy consciente de quién desdibujó primero los límites de nuestros labios aquella tarde en aquel restaurante de comida rápida. Todo borroso por un momento y no fui consciente del brutal vuelco que dió la Tierra en el interior de mi cuerpo. Un maremoto de fuerza descomunal penetraba la boca de la cueva buscando arrollar las paredes con susurrante espuma. La foz de abrió, la luz me impidió ver y mírame; estoy ciego en el recuerdo más perfecto. La muralla de hielo que existió sucumbió a su sal. El vaivén taciturno de un beso robado relamía el contorno dulce de nuestra resistencia al Amor. Me estaba Enamorando del mismísimo Amor y de su nombre. Quería que me tornase cetrino, como una fotografía suya para que recordara siempre el fulgor esperanza que la miraba fijamente. Porque aquel día la miré fijamente. Tan fijamente que sería capaz de recrear ese momento en mi joven memoria de forma fiel y verosimil a los que dudan de aquel momento pudiera ser real. Lo escribimos con agua y sal. Tu agua y tu sal.
'Yo que lo hago todo al revés,
tengo un agujero en el bolsillo
y sal de mar en la piel.'
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Ahotsak