La vida de un escritor es muy dura,
te obligan a escribir cuando estás felíz.
S.R.R.
Hace poco leí en algún lugar remoto de la blogsfera literaria amateur que todo aquel que escribe se oculta tras palabras. Inventa personajes y los situa en lugares hermosos para el disfrute de muchas almas que buscan devorar algo nuevo y real que no les haga daño, que les haga olvidar el día a día. Coincido con esa escritora en la idea de que nos ocultamos tras palabras, personajes que creamos y dotamos de personalidad propia y tras esos paisajes dignos de novela de ciencia-ficción. El lector, probablemente, lea algo de la vida y la personalidad de ese autor a través de sus palabras. Si está lo demasiado cerca de él y cree conocer su vida no tendrá demasiados porblemas para ver reflejadas todas las fobias, frustraciones y momentos amargos de los que el autor se pretende alejar alineando palabras en un folio, una tras otra, una tras otra. Ordenándolas en el espacio para que arrastren fuera de su cuerpo todo tipo de dolor. Los engranajes del corazón a piezas en el tintero.
No os engañeis. Nadie escribe para los demás ni por los demás. Uno siempre escribe para sí mismo, para disfrazar a través de la literatura sus miedos, sus desamores y su soledad. Para pedir auxilio y ser rescatado por algún lector que jamás conocerá su nombre, ni sus sueños. Más si éste utiliza un pseudónimo en lugar de su verdadera identidad. Detrás de cada fábula hay un temor a la vida, a vivir. Detrás de cada poema hay un miedo inconcebible al Amor, a Amar. Detrás de cada héroe hay un ideal que perseguir en vida. Detrás de cada villano, el odio más visceral al culpable de sus pesadillas diarias. Princesas, príncipes, dragones, gheisas, guerreros, panaderos, artistas, incluso escritores. Heróicas personalidades que se resuelven a diario.
Hacer de las palabras un mundo mágico, un mundo más real. Revistas literarias, concursos de relatos, poemas a la Amada, lecturas casi sagradas en algunas escaleras, las bibliocafeterías y las librerías de barrio, todas ellas conforman la sonrisa del trabajo reconocido; pero los escritores, más que los lectores, son habituales de la droga impregnada en la fibra vegetal que decora sus estanterías y escritorios. Un escritor no es sin la escritura, y si no encuentra papel, lo escribirá en la mente a modo de borrador. Los pliegues del cerebro dotados de recovecos donde las patitas de las letras se enganchan, finísimas ellas. Las principales venas y arterias transportan la tinta hasta los capilares de los dedos donde brotan los escritos de los grandes. Y no, no somos parciales a la hora de literarizar algún texto. Todo aquello con lo que nos sintamos identificados se llevará nuestro más preciado reconocimiento, sin embargo todo aquello que nos suene a chino o que nos parezca lejano, será poco menos que menospreciado, y esque no hay nada más bello en esta ciencia tan inexacta como es escribir que saberse comprendido, sonreir y pensar en silencio: Amigo...cuánto te entiendo.
Y esque no hay mayor tortura que escribir cuando uno es felíz y no tiene de qué desprenderse.
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