2012-09-16

Que te jodan


Que te jodan. Siempre fue perfecta en su expresión, sincera en su semántica. Que te jodan, la combinación perfecta de los vocablos fríos y bien alineados. Enajenadas en mi boca, sucias en tus oídos. La secuencia ¡que-te-jodan! fue creada por los dioses del Olimpo, caprichosos ellos cuando les era arrebatada aquella aspiración noble. Tres simples y llanas palabras. Tan simples, tan indeseadas por el necio. Tan justas, tantas veces...

Retumban en mi cabeza, en la tuya. En las cabezas dormidas cuando la noche las llama. Que te jodan, insisto, deduzco, auguro lluvia ácida sobre tus córneas. Un tornillo oxidado en tu sien. Las llagas de tu frente en el paredón, la culata en mi mano, su boca en tu inerte cerebelo. PUM. Suena el sonido sordo de la bala entre tus sesos, limpios, blancos, calientan el muro de cemento.

Te he matado. Te he muerto. Te he asesinado. Te he diseccionado. Te he disparado y te he dispersado por el suelo del patio.

Que te jodan, mis botas en tu cráneo. El crujir de unos dientes craqueados contra los guijarros.


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