2011-09-23

Cuarto Piso

'Me tendría que haber masturbado antes de salir',

eso es lo que pensó mientras se precipitaba escaleras abajo saltando los escalones de dos en dos del edificio que le vió nacer. Iba acelerado. Solía ir acelerado porque esperaba al último instante, al límite que le marcaban, a rebanar los minutos y besar la impuntualidad. Eso le ponía más cachondo que haberse masturbado para quitarse el hambre y el miedo.

Corría hacia la facultad, o hacia algún lugar con un propósito más o menos definido: el de completar la Vida y darle un sentido mientras Ella estaba lejos. Tan lejos que, cada amanecer le parecía un cambio de estación. Frío, calor; frío, calor. Acostumbra a reajustarse la cintura del pantalón, normalmente largo y a ser posible oscuro. Frecuentaba bares; pero él no pedía whisky, no. Él pedía leche tibia. Le recordaba a la calidez de los brazos maternos. A la paz y protección. También admiraba la arbitrariedad del Tarot y, sin embargo, le parecía increible con qué facilidad le salía la carta de la Torre. Y todos los inviernos un caos. Un caos tras otro. ¿Dónde estará Ella cuando le chirría la cabeza y le fallan las piernas?.

Porque suele correr, y mucho. Suele correr y jugar a no creer, aunque con Ella querría creecer y jugar a ser mayores. Ella simboliza todo aquello que le recuerda a lo Bello, a lo amable y a la Bondad.

Nada ni nadie le despoja de su inquietud por encontrar el sentido de la Vida. Cumple con el horario estipulado con la disciplina de un soldado. Está vacío, sí. Está vacío pero convencido de que todo habría sido mucho más fácil si se hubiera masturbado antes de salir.

Las venas, las prisas, las horas muertas en medio del País. El dolor se corre en su cara y se despoja, así, de su culto al sinsentido.

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