¡Arrrrrrrrrggggg!,
arráncame el Alma si te atreves. Se me sale el corazón por la boca y las palabras no te bastan; pero esque no te bastan los gestos ni los actos. Tendré que emparnos de sangre y hacer viscerar este Amor tan vivo que se me escapa por momentos. Tendré que pintarlo todo de dolor y regarnos con vinagre para desparasitarnos de la mala costumbre. La mala costumbre de hablar con el corazón en la estantería. La mala costumbre de vaciar las palabras de sentido y alejar la semántica de nuestras bocas muertas.
Ya no me dices nada que quiera oir, ya no te digo nada que quieras oir mientras me corroo en la misma silla donde escribo. Hablo contigo o escribo, no hay más. Las cosas que no te digo están aquí, en una pequeña ventana. Queriéndote decir la Vida mientras tú sólo lees la Muerte. Es un empujón al corazón contra una ventana de vidrio cortante. Es estamparnos contra una motosierra recién encendida. Es como coger una cuchara ardiendo y sacarse los óculos delante del espejo, untarlos en aceite y mandárte un simulacro de mis lágrimas. Porque ya no me ves y cuando no me ves me matas. Me entierras. Y crees quererme porque no te queda más remedio; pero no hay nada que te aplaste el corazón y los latidos empujen con la fuerza de un grito sordo las palmas de tus manos para intentar respirar. Sólo me quiero morir y no encuentro el momento porque pienso que es posible rescatarte de donde estés. Y no quiero morir antes de matarnos.
La batalla que libro desde hace meses por dentro es indescriptible, el daño que me hago es diario y sólo respiro paz cuando entreno o estoy en un ring. La paz del golpe en el estómago, ¡bendito sea!, así logro desviarlo de nuestros golpes al corazón. Odio cuando dices que no te sientes especial, si tengo que rociar de sangre mi cuerpo lo haré, si tengo que escalar una montaña sin brazos lo haré con los dientes y si tengo que cruzar el Atlántico con los pulmones saliendose de la mandíbula y colgando fuera de ella arrastrandose a golpes en la superficie del oceano tras de mi, lo haré. Si la aorta soporta la presión de los colmillos hambrientos de venganza y sed de rabia, entonces seguiré ahí, cabizbaja en la cuerda que tensas y me une las sienes. Y si cierras la puerta me pillarás la cabeza y acabará rodando por el pasillo de tu casa a merced de encontrarse contra la esquina de algún mueble viejo y desprenda restos de sesos por alguna habitación vacía. Guardo las conversaciones agrias, enfermas y virosas al lado de las sanas y felices, para ver si se les contagia lo bueno. Confío en los dos. Siempre. ¿Confías tú? Y tengo más preguntas para ti que respuestas, tengo más folios escritos que en blanco, tengo más cerebro machacado a directos que utilizable. Tengo todavía mucho Amor que darte.
No se si es la desesperación primera la que me empuja a estas palabras manchadas de negro, si es la final la que me mueve al suicidio literario o si me veo tan sólo, que desearía que esta noche alguien acabara con mi vida antes de sentir la indiferencia de la que tú me hablas tras esta pantalla de mentira. Llena de ilusiones no reales que llevan tanto a la mágia como al tunel que marca el final de la atracción. Me he convencido desde que eras tan sólo una ilusión de que eras la Mujer de mi Vida, de que compartiríamos riego sanguineo si hiciera falta y de que daría mi vida por ti si de ello depende que sigas viviendo. Escribo a cabezazos contra la pantalla. Sufro la arritmia en las callosas yemas de mis dedos curtidas en las noches vacías. Cada letra es un aporreo constante contra el teclado que lo mismo escribe Mierda que escribe Amor. No se escribir sino de Mierda o de Amor. Sino de Amor o Destrucción. Crearé mi propia literatura, mi propio género, mi propia poesía y mi propia conmoción. Para mi y para nada. Para la Mierda, para el Amor.
Pongo la mano en el Fuego y, esta vez, que me la corten para poder hacer literatura con el Corazón.
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Ahotsak