Buscar cómo tapiar los huecos cuando no te encuentras a mi lado es una árdua tarea, más cuando las grandes cosas que tenemos que hacer son odiosas y las pequeñas luciérnagas de este lago helado han emigrado a los humedales del Sur.
Me adentro como cada primavera en una pompa de color que creo con el corazón. Es ese Mundo del que siempre te hablo, Europantide. Ya fueron los ojos testigos del blanco y negro que desdibujaba minuciosamente sus lineas y formaban un paraiso onírico. El paraiso de las montañas, los riachuelos llenos de guijarros, el manto inmaculado de seda verde y los pequeños vertebrados que corrían en silencio. Te explico mi Tierra de los sueños y te invito a cruzar la linea de lo real, de lo cotidiano y del lugar sin miedo, porque no hay nada más humano que dejar de tener miedo. No tener Miedo y la Conformidad que supone vivir en este mundo. Todo ello es humano y por tanto no tiene cabida en Europantide. Debemos estar dispuestos al Miedo, a la pérdida y ser dichosos con las tierras que creamos en nuestra mente. Olvida lo humano, lo impuesto. Crearemos algo grande, te lo prometo. Sólo es Amor.
Sólo Amor.
Siempre pensando en canciones que compondré para ti con los tendones de mi cuerpo. Siempre recordando nuestros juegos de Animal bajo la lluvia incesante de mi Tierra Santa. La lluvia calienta los cuerpos desnudos que caen por la ladera de mi rostro. Los cuerpos llovidos. La imposibilidad del olvido, de aquello de lo que presume lo onírico.
Quedan lejos las imagenes imantadas de rojo carbón, las cascadas de fuego provinientes de oceanos de lava y los mundos inciertos. Lejos las imágenes invertidas y el incienso convertido en vapor naranja. La voces de lo profundo y los fantasmas en los ateneos de la Muerte.
Europantide es el reflejo de todo aquello que nunca fui.
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Ahotsak