...si no costase no se llamaría Deporte." Benjamín Hernandez, entrenador Kick Boxing.
Esas y muchas otras palabras son las que activan mi mente en los momentos más bajos donde creo que no soy capaz de sobrepasar el límite de mis fuerzas. Sigo recuperándome de una lesión bastante mala-pata que me hice en Abril del año pasado y va a cumplirse en breves un año desde que reposo, entreno y trabajo con el tendón del brazo derecho en mal estado. A veces me siento débil porque he perdido mucha fuerza en el brazo y me resulta muy doloroso mantener el peso de mi cuerpo sobre esa muñeca, sobretodo en la posición de flexión de pecho o al hacer la carretilla.
Hablando con él me dijo la semana pasada: "No conozco a nadie que, haciendo repetidamente durante toda su vida un deporte o dedicando su vida a ello, no haya tenido mínimo un par de lesiones: Un brazo roto, un hombro fuera del sitio, un esguince, una rotura seria..." Y tenía toda la razón visto así. Yo acumulo lesiones tontas e importantes como el que colecciona sellos debido a mi constitución de articulación laxa y a los excesos que cometí en mi adolescencia dejando a mi cuerpo a merced de las carencias. Poco a poco me voy recuperando de aquellos excesos, me siento orgullosa de mi misma por seguir luchando día a día contra aquella enfermedad, me siento orgullosa por alimentar mi mente y mi cuerpo, tanto con deporte como con nutrientes.
He empezado a correr para ayudar a mi fondo aprovechando que va a hacer dos años que dejé de fumar y tanto dejar la nicotina como salir a correr muchas veces obligándome, me hacen sentir aún más orgullo de mi misma que, al fin y al cabo solo me voy a poder ofrecer yo. Ahora le he cogido el gusto, no a correr en sí, sino a sentir lo que se siente al final de cada sesión. Así como después de entrenar en el gimnasio muchas veces sentía la sensación de ligereza, de aire fresco y de abandono del estrés; después de correr siento algo parecido más una sensación de vacío y de vuelta al nacimiento. Es como si me apagaran y me volvieran a encender; y durante la carrera, siento un duelo entre mi mente y mi cuerpo, disfruto del paisaje y pienso "corre sólo por y para ti, sé para ti el regalo que quisieras tener."
Menciono el deporte con tanta pasión porque es quien me aleja de los pensamientos negativos y de toda experiencia negativa diaria. Me aleja de los problemas de alimentación que cada vez son menos frecuentes y me devuelven la fe en mi; me aparta del estrés diario del "tengo que hacer/tengo que cumplir", me ayudan a superar que mi mayor apoyo no pueda estar conmigo siempre físicamente, me acerca indiscutiblemente a Ella y sé que estaría orgullosa de verme mejorar. Mientras corro suelo reírme o al menos sonrío unas cuentas veces porque no debo olvidar que el deporte es algo divertido, nunca debe ser un castigo.
Muchas veces he tenido pensamientos de infravaloración: "los demás son mejores, más rápidos, más fuertes, más buenos. Mira qué bien se cubren, mira cuánto aguantan corriendo, mira cuánto peso levantan. Yo no podré hacer eso nunca." Siempre, desde pequeña y por culpa del colegio, me he sentido inferior en casi todo. Solo destaqué en inglés y en dibujo; pero eso no era "guay" ni nada de lo que poder presumir, yo quería ser fuerte y estaba siempre en un rincón demostrando todo lo contrario. En la adolescencia me dejé llevar quizá demasiado por el Todo-Vale, dan igual las consecuencias y aún así no acabó del todo mal porque supe reaccionar a tiempo. Empecé a entrenar a los 17 en la disciplina de Kick Boxing pesando la friolera de 52-53kg, claro es que era débil, estaba débil y aunque intentara esforzarme, muchas veces me desmayaba. El pasado sirve para elogiar el presente y no hace falta borrarlo porque debe estar ahí para decir "mira, eso se acabó." Desde los 17 hasta los 20 entrené bastante regular hasta que una lesión de hombro y una fractura de costilla dijeron basta. Tuve que dejarlo durante año y medio volviendo algún mes suelto pero nada serio. A los 22 volví definitivamente más fuerte y con otra actitud: si antes entrenar era una "obligación", se convirtió en un "placer" y un "voy a dar el 100% de lo que pueda". Mi actitud cambió y mi entrenador lo notó y me lo comentó, aparte de que cogí unos 10kg y me quedé en 60-62 lo cual me hacía mucho más dura teniendo en cuenta que entreno con hombres. Eso para mi, viniendo de mi entrenador, fue un elogio y una subida de autoestima importante, así que me dediqué desde entonces a entrenar duro dando siempre lo mejor de mi aunque no me llevara a una competición.
Este año lo comencé ilusionada con la esperanza de volver a competir; pero la lesión de la muñeca no me garantiza un buen combate ni una buena preparación, que es más importante. Ahora a mis 24 recién cumplidos intento hacer deporte siempre que puedo de manera sana y constante que me ayude a enfrentarme a mi y a las dificultades y me está funcionando, puesto que noto una mejoría en mi estado de ánimo y en la autoestima. No suelo ser constante en nada; pero me recuerdo que puedo, igual que puedo hacer muchas otras cosas. Cuando me voy cansando pienso que está ahí, a mi alcance, que soy corredora como los demás que salen a correr; que soy válida en boxeo como los demás que están ahí; que puedo acabar el entrenamiento de comba sin detenerme porque nada malo puede pasar, es lo cuestión de sufrir un momento y todo pasará.
He tenido momentos muy flacos entrenando. Antes de Fallas, para que nos entendamos antes de la semana del 14 de Marzo, volví a casa varios días con la nariz muy tocada y con la cabeza muy tocada signos evidentes de una mala guardia y gestión de la pelea. Perdí motivación para entrenar y también la perdí durante medio diciembre y todo enero. Fue un desastre y me dediqué a beber casi a diario, no es mucho; pero es un descontrol sobre mi que prefiero evitar.
Tengo poquita gente con la que compartir experiencias y resultados en los deportes y tampoco cuento con demasiado apoyo en casa, porque aquí está mejor visto que seas fumador que que salgas a correr 3 veces a la semana porque eso es "mucho" deporte, pero 25 cigarros al día no es "mucho" cáncer, en fin. Tengo una madre sedentaria y un padre neutro, neutro es que se dedica a trabajar y el hombre hace lo que puede; pero sí, mi madre es sedentaria y ve mal eso de pegarme y eso de correr; y vería mal cualquier cosa demasiado saludable pienso yo. Mi padre anoche me hizo un comentario demasiado feo y me insinuó la vigorexia, ¡qué coño!, me dijo "eso se llama vigorexia". Llama "vigorexia" a salir a trotar los días que no entreno y me hace sentir como una incomprendida cuando lo único que quiero es sentirme bien por dentro y por fuera, y como ellos no lo han sentido jamás, lo llaman cualquier cosa. Anoche quise contestarle a mi padre:
"Prefiero la vigorexia a la anorexia". Quizá eso le habría callado la puta boca.
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